VI (día 7)

(Aquí todo está tranquilo
Muy cerca, muy cerca, infiernos 
crecen)

Un coro de antígonas por las calles,
inventando sepulcros simbólicos,
minimalistas, de plástico.
¿Quién nos recordará después de la tragedia?
¿Quién recordará nuestros ridículos?
Hoy cada muerto ha arrumado su vida contra los andenes.
Morir era un lujo hace quinces días.
Hoy, 
basura en las calles.
Desecho que espanta al vivo que 
evita como puede las canecas
improvisadas,
los ataúdes comunales
de familias desconocidas.

Una ilusión,
un sueño tan largo que los
despertares no lo agotan.
Un sueño sin horizonte.



De Parafina (cantos chonetos desde el fin del mundo)

 

IV (día 4)

El lugar cóncavo se ha vuelto convexo.

Los pasos cortos hoy son más demorados,
las curvas del asfalto vacío
llenas de extrañas sombras,
de muchas ausencias.
El paisaje se ha desnudado
de la familiaridad
del mundo.
El paisaje es otra vez nuevo,
aterrador. 
La mirada vacía ya no sabe qué buscar 
en esa geografía conocida
y regenerada.
El polvo se levanta como una gran amenaza,
silencioso,
leve.
Los pasos familiares de antes
son las sospechas de hoy.
¿Quién vendrá por esa carretera tan lento, tan solo?
¿Qué noticias le traerán mañana
desde el asueto triste?
¿En quién estamos pensando?

El hoyo de la realidad se ha vuelto una cáscara 
que no sabemos pelar.


De Parafina (cantos chonetos desde el fin del mundo)

 

III (día 2)

¿Qué es la espera?
¿Qué se espera?
Siempre se espera algo positivo.
Se teme lo aciago,
se espera lo bueno.
Excepto ahora,
que esperamos lo peor.
Pero no lo entendemos,
no sabemos qué estamos esperando.
No lo han explicado suficientemente.
¿Esperamos a que se acabe la enfermedad?
Sí,
estúpidamente.
Pero lo que esperamos es saber 
si estamos enfermos.
Y nadie está enfermo todavía
y no se sabe a cuántos enferma.
No nos han dicho qué esperar.
Y no nos han dicho qué hacer cuando la espera 
sea gratificada.
Los que vayan a seguir nunca sabrán qué esperaban
aunque en las noticias idiotas
y las cortinas gubernamentales 
les digan que se queden en casa
para prevenir la propagación del virus.
No saben que están esperando la muerte,
la muerte estadística
la muerte confinada
la muerte anónima 
asocial
vacía.
Esperas con una boleta en la mano. 
Y todos los tuyos son, 
por un segundo,
tus más íntimos enemigos.
Esperas porque nadie antes se preocupó 
que no tuvieras que esperar 
así
la muerte. 

Y la ironía:
morir para que otros vivan
de una manera
que no imaginamos.



De Parafina (cantos chonetos para el fon del mundo)


II (día 1)

No es el fin del mundo
varios fines será.
No hay noción aún de su tamaño
y hoy ya es catastrófico,
no el virus, no la enfermedad
que todavía es apenas una anécdota,
una catástrofe que se escribirá a diario
durante lo que queda del siglo.

Varios fines será.
Y varios finales.

No será un apocalipsis bíblico, 
aunque ya lo sea de video,
y lo vemos en la tele
buscando lo inverosímil,
buscando al narrador,
buscando la trama,
la mentira.

Las últimas mañanas nos levantamos 
recordando que todo es verdad
o que todo parece verdad.
Hacemos burlas sobre el fin del mundo
un poco con vergüenza.
Nos reímos de la gran ironía:
miramos el cielo y los pájaros volar tranquilos
y entendemos cómo es que funciona.

Es un apocalipsis del sentido 
(o por allí empieza).
Este fin del mundo comienza erosionando 
todo lo que creías saber de ti, 
del mundo
de los demás.
Todo tu pasado parece tan cándido,
tan irresponsable.
Ahora que llega la realidad 
vives tu propio apocalipsis semántico,
un fin del mundo decididamente lento,
un fin del mundo que te deja pensar
que te pone a pensar cómo es que nunca 
has pensado nada bien.

Varios fines será.
Y varios finales.


De Parafina (cantos chonetos desde el fin del mundo)


I (día 0)

El apocalipsis zumba
pero no es tenebroso,
no es chirriante.
Se desarrolla a pasos de parca
sobre la cáscara del mundo.
Los días son apacibles
casi felices
y todo es un salto rápido entre el chiste 
y la duda más profunda.
Una ilusión.
Una pantalla sin marco,
apacible, digo, como una película.
Somos 
por fin
espectadores de nuestra propia desgracia,
de nuestro amargo postre.
Y creemos, 
nos decimos, 
que todo va a pasar,
que es solo una pasajera gripa.
Pero en el fondo escuchamos 
el zumbido de la caída,
del derrumbe que no sabemos 
cuánto va a durar,
del desplome lento que se irá aporreando de a pocos,
a tumbos,
aquí         
          y allá.

Mientras todos lo vamos viendo, 

lo vamos leyendo, 

nos lo vamos contando.


De Parafina (cantos chonetos desde el fin del mundo)