Hijos del siglo XX creímos,
lo sabemos ahora,
habitar el paraíso.
Un paraíso no edénico,
cibernético, plástico,
con cada dios salvaje.
El centro comercial
más grande,
más luminoso,
con pocas canecas
y arrumes de basura,
teología de toda venta.
Una cáscara dura sin fruto,
superficie sin borde,
ilusión de infinito.
Hijos del siglo XX
en esa tregua de la historia
que amamantó hordas de
muecas inanes
y cortinas de risas en el viento.
Estériles, tristes,
felices de no saber nada,
de haberlo olvidado todo.
Hijos del veinte.
Con un presente de 70 años
lloran ahora,
lloramos,
porque el presente volvió a suceder.
Ese filo que no dura
entre el miedo y el ser.
El tiempo vuelve a existir.
De Parafina (cantos chonetos desde el fin del mundo)