¿Qué hacemos con esos versos legítimos y huérfanos
que dicen más que la obra,
que destruyen la composición y cualquier forma de disciplina?
¿Qué hacer con esos versos que nadie lee
porque no van bien empacados,
o bien educados en protocolos y campanillas?
¿Qué hacer con esos versos portentosos
que valen más que kilos y kilos de cuentas metafísicas?
¿Qué hacer con esos versos que no son estrofa,
que no se pueden entregar, que no se dejan susurrar,
que no se dejan redondear,
que no tienen contorno?
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