Modelo para una Nueva Realidad

El animal sale a su guarida
de papel higiénico 
promesas plástico
y oraciones.

Este laboratorio,
esta Arcadia de polímero 
ya perdida
sin esa luz
es la cloaca de siempre.

El nuevo modelo,
la Nueva Realidad,
ya no es de experimento,
es de hastío y supervivencia
(siempre lo ha sido, amigos,
solo
la ironía es nueva).

Jarcha x11

Hoy volvemos a intercambiar 
el arroz, la papa, el porsche,
a pintar el aire de negro.

¿Qué hemos aprendido?

Hambrientos,
hoy salimos con más ansia
a comernos el mundo.

Jarcha cursi

Ayer recogía una rosa 
en el camino:
una bolsa de hule 
y espinas de pescado.


Technicolor

Recuerdo a mi padre
escéptico
decirme que
la primera vez que 
oyó hablar del feminismo 
fue en su televisor en 
blanco y negro.


Vuelo

La palabra se escurre como un
ave por el campo,
el viento toma la forma del ave 
y del paisaje.
Los pensamientos,
cualquiera que sean,
toman una forma cierta
una cierta forma
y se precipitan a tierra.
Es difícil mantener un vuelo constante.
Es más fácil estrellarse en la hierba,
en las rocas,
en las sombras.
Todo hallazgo se vuelve tedio.

[Jarcha]

Abrir la puerta es desaparecer la puerta
todo el espacio pasa por los tabiques 
como un ebrio por el puente
Todas las voces, metal orinado.


I


Ya no sabemos qué es.

            Cuatro libres comen tres platos
            Diez libres comen seis platos
            Un millón comen un plato

Y somos libres
¿A quién le preguntamos?
¿Por qué somos tan libres?
¿Hacia dónde apuntamos con esa libertad?

            Cinco libres caminan dos caminos
            Un millón construyen una calle

Esta galera huele a mierda
a sudor
y a semen rancio
Esta galera se hunde con libres
que hacen libres libres.




Game over

No hay dios
y ellos lo saben
pero su imagen 
la mantienen conectada
en las ucis de la
infamia para creer 
para creerse que 
el mundo es un 
juego, un simulacro
que en seis días
se puede regenerar


Muy pocos poetas

En este reino no hay poetas.

Lugares más interesantes prefieren, 
aromas místicos, imagen difícil.

De turistas se la pasan los poetas 
en épocas de pandemia, en épocas limpias,
de fiesta y de asueto siempre están los poetas

Con la vieja aplicación 
y la elevada disculpa 
se han ido para siempre.

Y trato de irme, trato de encontrarlos
sentados con sus telescopios
y sus jarrones, diccionarios
y antologías, los mejores nombres.
Pero no llego, por más que imagine
un país en sepia, de plástico, 
no encuentro ese reino de los poetas.

En este reyno no hay poetas 
no se engañen, ni uno:
solo mal de estómago, 
basura,
diáfanos empaques,
muertos
sobre todo 
y silencio.


Bonitas rimas

nos han dicho
a los niños
mujeres
a la poesía
a los otros
no diga las cosas
insinúelas
sugiéralas
cállelas


Nemotécnica II

No tenemos un nombre
qué recordar
y decirles a los otros quién 
es el que entra a hurtadillas 
a las casas, 
como si no quisiera despertar 
a los que vivos sin parpadear miran 
el espectáculo de la muerte.

Memoria esclava.
No tenemos un nombre,
los tenemos todos.


Babel

He tirado tanto el abecedario al piso.
Ningún verso.
Mejor recordar esos momentos 
en que sonreía,
sin saber si era por lo que veía
o por lo que significaba.


Esta vereda

La nobleza (sic) que nos ha sido dada
es el pastor loco que cuida el rebaño
de un ganadero extranjero.
De una avaricia binaria
que se regocija entre quesos plásticos,
terrores bíblicos
y concursos de venenos.

A alguien hacen bien, 
mucho.
A muchos hace daño,
devasta.

Mantenemos limpio, más o menos,
un patio para 
otros futuros.


La pierna del ciempiés

¿Qué hacemos con esos versos que no se acomodan a ningún poema?
¿Qué hacemos con esos versos legítimos y huérfanos
que dicen más que la obra,
que destruyen la composición y cualquier forma de disciplina?
¿Qué hacer con esos versos que nadie lee
porque no van bien empacados,
o bien educados en protocolos y campanillas?
¿Qué hacer con esos versos portentosos
que valen más que kilos y kilos de cuentas metafísicas?
¿Qué hacer con esos versos que no son estrofa,
que no se pueden entregar, que no se dejan susurrar,
que no se dejan redondear,
que no tienen contorno?


Suena


Una gota de agua cae vertical sobre un lago turbio
siempre turbio, desordenado, exasperado.
La gota, por un momento, ordena las ondas superficiales,
el movimiento del universo se parte infinito en pedacitos.

No desgasta el choque.

Pocas superficies se liman con gusto, se lamen
y liberan las notas de divinos amanuenses irracionales
en un jugo invisible que transporta y llena,
desorden que recoge su propio desastre.

A un laberinto entran guerreros
tocando campanas, rechinando.
Todo adentro, nada afuera,
como el dolor que no está en las cosas, no en el mundo,
sí en el cuerpo,
capaz de sonar como todos los instrumentos.
Donde todos los arrullos tienen lugar.

El pentagrama rasga sus cuerdas
en las escalinatas de su edificio
y crea cadenas de neuronas.
Una corriente echa a andar
y todos creen que la fiesta está afuera
y solo creen que la fiesta está afuera.

Acoger imaginar mover.

El embalaje

               moral física para 
               una realidad contaminada

la noticia empaca
como el papel periódico
que se pone amarillo
o el noticiero que arrulla
la cortina de comerciales
que prometen empaques

diplomas
certificados
escrituras
cuentas
facturas
maquillaje
bikini de sotana
cáscara penitenciaria
la piel la pantalla
la mascarilla

hay una teología de la envoltura
una necesidad de la forma
ilusión higiene del comercio

pero nuestras cáscaras son desechables
inmortales deletéreas
fáciles de cascar
e imposibles de ordenar

y todo está hecho al final
la caja
   el cofre
a la medida exacta


Cáscaras

ser 
es la cáscara
 
todo es un empaque
leve
pomposo
casi inmaterial
e impermeable
 
la vida compleja 
ocurre en la piel
y la profundidad del cuerpo 
oscuro 
mojado
pertenece a otro
 
somos su sudor
 
toda grieta se ha suavizado 
en cicatriz y superficie

2018-2022

Huecos de guiñol
(ya lo sabemos,
tienen problemas para 
respirar en las noches;
ya lo sabemos,
viven con el vómito en las encías)
son la borrasca 
que sin freno 
infectará todos sus portarretratosa
apestarán todos los recuerdos
y serán la arcada
de sus propios festejos.
 
Deambularán como deshechos por la historia.
 
Mientras viven oímos como 
tragan saliva.
 

Desfacer

 
Un hombre de vestido 
apalea a un miserable 
en la oscuridad.

Otro hombre no tan raído llega
y recrimina los palos.
Se insultan,
se injurian,
se culpan,
gritos que solapan los quejidos.
Se empujan y puñetean
mientras 
se alejan del cuerpo
que escucha  
          el ronroneo de la discusión,
          el tintineo del cristal, 
          su triunfo.

Servicio, ajúa

Hoy llevé a mi pelotón a verle los culos al narco,
redondos, polichados,
todos sentados bebiendo chicha fina.
Tómese uno, nos ofrecieron.
Estamos de servicio,
en la esquina un gamincito le quería llevar el espejo.
Gracias mi coronel.
No soy coronel.
Gracias mi general
si quiere.
Tómese una,
arremánguese las babas
mi teniente
o pa qué
es que carga toda esa metralla.
¡Tranquilo!
Que a ese camuflado 
no se le notan las manchas.

Sírvanse muchachos
Sírvanse bien.



Hoy las filas

Hoy las filas
con júbilo
se agolpan 
en las puertas de los almacenes.
Se alargarán
perplejas
hasta llegar 
a las puertas 
de las clínicas.
Silentes
se estirarán
hasta las puertas 
del horno.


Hojuelas muertas

El mejor trabajo era la masa.
Me hundía en la clara, 
el agua y la harina.
Frío al principio, luego 
suave levadura 
concupiscente.
Acariciar hasta la tersura, morder 
globos de galleta y arañar 
panzas de horno.

Solo posar:
Capa de transparente
Rojo
Capa de blanco 
Verde
Capa sin color
Fucsia 
Ácido, ácido, ácido
Rojo bellísimo, moco, pastorejo.
Capa de transparente
Negro
Capa de éter
Rosado
Capa de lágrimas
Violeta
Carcomer, carcomer, carcomer.
Desnuda, guillotina y satín.

Crezco y a nadie le importa.
Guardo superficies bajo mi visera
y sudo hongos diminutos.
Rasgo el aire en
pentagramas de silencio.
Soy parte de un bloque de búsqueda, 
esquina inerte de la vida.


Nemotécnica

Los nombres del periodista 
suenan a novela.
Los nombres del académico se pierden entre 
las listas del directorio.
Todos tenemos esos nombres
pero ¿cuál es el nombre 
para ellos, para
esas cosas dañadas que cayeron en esta realidad?


Mácula sin sentido

Mi pluma no sirve.

Y me exaspera pensar en ello
cuando creía que era solo un medio.
Necesito ver las palabras, 
necesito concentrarme en las imágenes 
y no en las figuras de la tinta 
ni en sus malditos espacios en blanco.

Mi pluma no escribe:
vuelve transparente lo que creía que 
estaba lleno de color,
deforma las palabras, las hace ilegibles,
como cebras cojas. 
Palabras punteadas y mutiladas.
Tildes transparentes.
des que parecen as
tes que parecen is
os que parecen ces
emes enes, enes eres.
Me obliga a pensar solo en letras,
semi-palabras en un alfabeto extraño.

Tal vez fue el cambio de tinta.
La anterior era oscura, pesada
implacable.
Ahora trato una rojo-naranja
más volátil, más rebelde, perezosa.
Seguro 
su mecanismo interno se estropeó,
las dos tintas se coagularon 
en sus vísceras 
y se volvieron sombra.
Sus tripas en espasmo
ahorcan una circulación incompleta.
Su lengua traviesa está fría
a punto del ataque
del último jadeo.

La voy a lavar la he lavado.
Vi su cuerpo exangüe y 
tan inocente,
lo descuarticé por sus costuras,
desenrosqué sus seguridades,
retiré su válvula infecta
y decapité su cabeza de flecha.
La pasé por agua cocinada,
la soplé, la arrullé entre mis manos,
la higienicé.
Absorbí todas sus humedades.
Escarbé todas sus cabidades.
Sacudí todos sus recuerdos.
Busqué telarañas.

Enarbolé de nuevo su flecha, recargué sus odios, 
amores, indiferencias.
Calenté su válvula casi viva
y enrosqué su personalidad, 
cubrí sus vergüenzas y brillé sus armas.
La acaricié delicadamente,
casi vulgar, pero no volvió a la vida.
La agité, la balanceé,
la alargué.
Escribí. Solo pequeñas micciones.
Más incomprensibles que sus últimos 
garabatos. La agité. 
Escribí.
No me aprietes tanto el cuello.
No hundas tanto mi lanza.
La tomé de la cintura, solté mis 
dedos,
dejé que danzara suavemente:
wefhwefjqwefjqwe
Se acomodó mejor sobre el papel,
adquirió mejor color, más fluido.
Mientras yo tropezaba en su cintura,
ella me ubicaba de nuevo.

Ahora solo hago líneas, continuas
e intermitentes.


X (día 47)


Hijos del siglo XX creímos,
lo sabemos ahora,
habitar el paraíso.
Un paraíso no edénico,
cibernético, plástico,
con cada dios salvaje.
El centro comercial
más grande,
más luminoso,
con pocas canecas
y arrumes de basura,
teología de toda venta.
Una cáscara dura sin fruto,
superficie sin borde,
ilusión de infinito.

Hijos del siglo XX
en esa tregua de la historia
que amamantó hordas de
muecas inanes
y cortinas de risas en el viento.
Estériles, tristes,
felices de no saber nada,
de haberlo olvidado todo.

Hijos del veinte.
Con un presente de 70 años
lloran ahora,
lloramos,
porque el presente volvió a suceder.
Ese filo que no dura
entre el miedo y el ser.

El tiempo vuelve a existir. 


De Parafina (cantos chonetos desde el fin del mundo)

 

IX (día 42)

No entendemos 
la biopolítica de estos tiempos.
No importa si estás o no 
contagiado.
Importa es quién se contagiará.
Pero el que se contagie deberá leer de nuevo este poema.  


De Parafina (cantos chonetos desde el fin del mundo) 


VIII (día 27)

Pero ha llegado la plaga
y eso medio muerto ahora va a pudrir.
El músculo flácido ya no se va a parar,
contaminado de banquetes, hetairas descerebradas,
fajos descoloridos y sementales camuflados. 

Ya no piensa.

¿Qué hace ahí?
¿Para qué es que es ese lugar?
¿No ha sido toda la historia sino 
el relato de robos que no lo parecen?
Ese es su orgullo.
Ahora la plaga es cara
y no tiene por qué pagarla con su plata.

¡Qué pena! Es que debo aprovisionarme
Con permiso.

(y se lo damos).


De Parafina (cantos chonetos desde el fin del mundo) 

VI (día 7)

(Aquí todo está tranquilo
Muy cerca, muy cerca, infiernos 
crecen)

Un coro de antígonas por las calles,
inventando sepulcros simbólicos,
minimalistas, de plástico.
¿Quién nos recordará después de la tragedia?
¿Quién recordará nuestros ridículos?
Hoy cada muerto ha arrumado su vida contra los andenes.
Morir era un lujo hace quinces días.
Hoy, 
basura en las calles.
Desecho que espanta al vivo que 
evita como puede las canecas
improvisadas,
los ataúdes comunales
de familias desconocidas.

Una ilusión,
un sueño tan largo que los
despertares no lo agotan.
Un sueño sin horizonte.



De Parafina (cantos chonetos desde el fin del mundo)

 

IV (día 4)

El lugar cóncavo se ha vuelto convexo.

Los pasos cortos hoy son más demorados,
las curvas del asfalto vacío
llenas de extrañas sombras,
de muchas ausencias.
El paisaje se ha desnudado
de la familiaridad
del mundo.
El paisaje es otra vez nuevo,
aterrador. 
La mirada vacía ya no sabe qué buscar 
en esa geografía conocida
y regenerada.
El polvo se levanta como una gran amenaza,
silencioso,
leve.
Los pasos familiares de antes
son las sospechas de hoy.
¿Quién vendrá por esa carretera tan lento, tan solo?
¿Qué noticias le traerán mañana
desde el asueto triste?
¿En quién estamos pensando?

El hoyo de la realidad se ha vuelto una cáscara 
que no sabemos pelar.


De Parafina (cantos chonetos desde el fin del mundo)

 

III (día 2)

¿Qué es la espera?
¿Qué se espera?
Siempre se espera algo positivo.
Se teme lo aciago,
se espera lo bueno.
Excepto ahora,
que esperamos lo peor.
Pero no lo entendemos,
no sabemos qué estamos esperando.
No lo han explicado suficientemente.
¿Esperamos a que se acabe la enfermedad?
Sí,
estúpidamente.
Pero lo que esperamos es saber 
si estamos enfermos.
Y nadie está enfermo todavía
y no se sabe a cuántos enferma.
No nos han dicho qué esperar.
Y no nos han dicho qué hacer cuando la espera 
sea gratificada.
Los que vayan a seguir nunca sabrán qué esperaban
aunque en las noticias idiotas
y las cortinas gubernamentales 
les digan que se queden en casa
para prevenir la propagación del virus.
No saben que están esperando la muerte,
la muerte estadística
la muerte confinada
la muerte anónima 
asocial
vacía.
Esperas con una boleta en la mano. 
Y todos los tuyos son, 
por un segundo,
tus más íntimos enemigos.
Esperas porque nadie antes se preocupó 
que no tuvieras que esperar 
así
la muerte. 

Y la ironía:
morir para que otros vivan
de una manera
que no imaginamos.



De Parafina (cantos chonetos para el fon del mundo)


II (día 1)

No es el fin del mundo
varios fines será.
No hay noción aún de su tamaño
y hoy ya es catastrófico,
no el virus, no la enfermedad
que todavía es apenas una anécdota,
una catástrofe que se escribirá a diario
durante lo que queda del siglo.

Varios fines será.
Y varios finales.

No será un apocalipsis bíblico, 
aunque ya lo sea de video,
y lo vemos en la tele
buscando lo inverosímil,
buscando al narrador,
buscando la trama,
la mentira.

Las últimas mañanas nos levantamos 
recordando que todo es verdad
o que todo parece verdad.
Hacemos burlas sobre el fin del mundo
un poco con vergüenza.
Nos reímos de la gran ironía:
miramos el cielo y los pájaros volar tranquilos
y entendemos cómo es que funciona.

Es un apocalipsis del sentido 
(o por allí empieza).
Este fin del mundo comienza erosionando 
todo lo que creías saber de ti, 
del mundo
de los demás.
Todo tu pasado parece tan cándido,
tan irresponsable.
Ahora que llega la realidad 
vives tu propio apocalipsis semántico,
un fin del mundo decididamente lento,
un fin del mundo que te deja pensar
que te pone a pensar cómo es que nunca 
has pensado nada bien.

Varios fines será.
Y varios finales.


De Parafina (cantos chonetos desde el fin del mundo)


I (día 0)

El apocalipsis zumba
pero no es tenebroso,
no es chirriante.
Se desarrolla a pasos de parca
sobre la cáscara del mundo.
Los días son apacibles
casi felices
y todo es un salto rápido entre el chiste 
y la duda más profunda.
Una ilusión.
Una pantalla sin marco,
apacible, digo, como una película.
Somos 
por fin
espectadores de nuestra propia desgracia,
de nuestro amargo postre.
Y creemos, 
nos decimos, 
que todo va a pasar,
que es solo una pasajera gripa.
Pero en el fondo escuchamos 
el zumbido de la caída,
del derrumbe que no sabemos 
cuánto va a durar,
del desplome lento que se irá aporreando de a pocos,
a tumbos,
aquí         
          y allá.

Mientras todos lo vamos viendo, 

lo vamos leyendo, 

nos lo vamos contando.


De Parafina (cantos chonetos desde el fin del mundo)